Sobre la jovialidad

(o de lo pueril de nuestro tiempo para entender-atender lo humano) 

El deseo nunca cumple sus promesas

A. Shopenhauer

La jovialidad es ese género del optimismo que cree que parte de algún lugar para ir hacia otro. Partir de un cuerpo disponible, de un tiempo disponible, de una potencia disponible. Esto claramente es un alucine, un sesgo, un oasis que emana del olvido de que la vida es ese círculo que tiene por eje a la muerte y respecto a la cual estamos, todos y siempre, a la misma distancia.

 

Ideograma sobre la vida y la muerte

 

Por ello, se piensan cosas como: que el joven morirá viejo, que la madre enterrará al hijo, que la niña cuidará del padre el día de mañana… Del mismo tipo es creer que “querer es poder” o que “si lo piensas lo puedes”; credos de personas jóvenes o, en su defecto, de culturas joviales intoxicadas por el holograma de la “disposición de sí” que causa la salud de un cuerpo joven o, de otro modo, la disponibilidad de ansiolíticos y créditos bancarios. Pero es el paso del tiempo, que todo lo atempera, el que revienta el globo: ni partimos propiamente de ningún lugar, ni tenemos ningún tiempo, ni nuestro propio deseo puede ser condición de posibilidad per se para la actualización de nuestras potencias. Este ha sido el punto ciego de la autoayuda (punto que se quedó ciego por exceso de superficialidad): pensar que la nada que denuncia el deseo es simétrica a lo que lo satisface (como encontrar la pieza faltante al rompecabezas), es la banalización de un problema complejo en lo inmediato, en lo ‘evidente‘. ¡Ni hay tal inmediatez, ni hay tal simetría! Así como el caballo puede correr hasta destriparse y la vaca comer hasta “aventarse”, el ser humano puede autodestruirse satisfaciendo su deseo ¡y aun gozándolo! Que la naturaleza del deseo sea aditiva, creciente, ascendente, no instruye las estrategias de su satisfacción en favor de lo humano. En esto radica el choque de una «filosofía edificante» y la «autoayuda», el de la espiritualidad de la filosofía antigua y la lógica capitalista. Realización y satisfacción no dicen la misma experiencia.

 

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