Verdaderamiente

Verdad y mentira en sentido extramoral
#PapelesFilosóficos

Una de las demandas más urgentes en los vínculos humanos es la verdad de lo moral, sin embargo, cuando las personas apelan a ello, lo hacen como quien acude a un territorio neutral: con la guardia baja y confiados de su seguridad; sin embargo, desde hace tiempo, los filósofos han advertido que ese lugar de imparcialidad y universalidad al que llamamos “verdad” no siempre es tal o, a lo sumo, que llegar a él es más difícil de lo que se cree. Uno de esos filósofos fue Friedrich Nietzsche.

Para Nietzsche, la verdad no es ese abstracto que compendia la particularidad en la universalidad, tampoco es el cristalino reflejo de la esencia de las cosas y mucho menos un bien en sí mismo; para él, todas estas perspectivas de la verdad se parecen más a una narrativa institucional de la verdad que a “la verdad en sí”.

En su escrito de 1873, Sobre verdad y mentira en sentido extramoral,[1] el filósofo alemán expone la verdad como un herramental que posibilita el sostenimiento de la existencia humana de forma gregaria y en paz, a través de un convenio de significado para las cosas; en este sentido, también podríamos decir que la verdad es legislativa y conventual: tiene más que ver con la adecuación exitosa entre los individuos de una comunidad que con la adecuación precisa entre el intelecto y la cosa, de la que ya hablaba Aristóteles. Tan es así, que cuando la verdad implica aspectos que rebasan la expectativa o narrativa de quien la utiliza, las personas suelen incomodarse.

Dice el autor alemán:

El hombre sólo desea la verdad en un sentido análogamente limitado: ansía las consecuencias agradables de la verdad, aquellas que mantienen la vida; es indiferente al conocimiento puro y sin consecuencias e incluso hostil frente a las verdades susceptibles de efectos perjudiciales o destructivos.     

En este sentido, le parece que la verdad es un antropomorfismo que proyecta lo humano en las cosas y no las cosas en lo humano. Además, no goza de ninguna univocidad, es

una hueste en movimiento de metáforas, metonimias, antropomorfismos, en resumidas cuentas, una suma de relaciones humanas que han sido realzadas, extrapoladas y adornadas poética y retóricamente y que, después de un prolongado uso, un pueblo considera firmes, canónicas y vinculantes; las verdades son ilusiones de las que se han olvidado que lo son; metáforas que se ha vuelto gastadas y sin fuerza sensible, monedas que han perdido su troquelado y que no son ahora consideradas como monedas, sino como metal.       

De esta simulación consuetudinaria que configura la verdad es de donde surge, irónicamente, el sentimiento moral por la verdad que, identificándola con el bien y la honestidad, habilita, también, el espacio de legitimidad para la vida en comunidad.

Dice el filósofo alemán:

Ciertamente, el hombre se olvida de que su situación es esta; por tanto, miente de la manera señalada inconscientemente y en virtud de hábitos seculares ̶ y precisamente en virtud de esta inconsciencia, precisamente en virtud de este olvido, adquiere el sentimiento de la verdad ̶  . […] se despierta un movimiento moral hacia la verdad; a partir del contraste del mentiroso, en quien nadie confía y a quien todo el mundo excluye, el hombre se demuestra así mismo lo honesto, lo fiable y lo provechosos de la verdad.

Si bien, no es viable asumir estas consideraciones como concluyentes, sí permiten explorar  las dimensiones históricas, políticas y ficcionales que comportan “la verdad”, a la vez que regresa al lector su doble poder para desmontar las verdades que le capturan, y  crear, a la manera que el artista crea una obra de arte, las verdades que le realizan.

Contraste
Obra: Contraste / Artista: MC Escher/ Año: 1950

[1] Las citas en este ensayo las encuentran en:

Nietzsche, F. (1996). Sobre verdad y mentira en sentido extramoral. Tecnos. (pp. 21-26). Madrid, España.

 

 

 

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