Verdaderamiente

Verdad y mentira en sentido extramoral
#PapelesFilosóficos

¿Cuántas veces te has parado frente a una persona importante para ti y le has pedido, con aire solemne, que siempre te diga la verdad? ¡Incluso sabiendo que tú misma eres una persona que no siempre dice la verdad!

Y, más aún, ¿cuántas veces te lo han pedido a ti y te has comprometido a ello, aun sabiendo que, más tarde que temprano, será una mentira la que te permitirá seguir siendo aceptada por esa o esas personas que te solicitan la verdad?

Sin embargo, no importando estas asimetrías, nos parece obvio y hasta legítimo exigir a los otros la verdad; ¿cómo puede ser esto posible? O somos más ingenuos de lo que pensamos, o aceptamos que, en el fondo, lo que solicitamos no es “la verdad”, sino sólo la mentira más compatible con nuestras expectativas, pero etiquetada como verdad, solo en cuanto categoría de legitimación moral… o ambas.

En ese caso, la mentada “verdad” sería menos un enunciado que busca decir la realidad, que una herramienta para la convivencia y conveniencia de los grupos, instituciones y vínculos humanos acreditados por la mayoría dominante.

Les parezca suspicaz o paranoide, esta reflexión se aproxima mucho a lo que hace más de un siglo el filósofo alemán, Friedrich Nietzsche, desarrolló en su texto de 1873, Sobre verdad y mentira en sentido extramoral (1970).

Para Nietzsche, la «verdad» no es ese abstracto que compendia la particularidad en la universalidad, tampoco es el cristalino reflejo de la esencia de las cosas y mucho menos un bien en sí mismo; para él, todas estas perspectivas de la verdad se parecerían más a una narrativa institucional que a “la verdad en sí”.

En su escrito, el filósofo alemán expone la verdad como un herramental que posibilita el sostenimiento de la existencia humana de forma gregaria y en paz, a través de un convenio de significado para las cosas; en este sentido, podríamos decir que la verdad es legislativa y conventual: tiene más que ver con la exitosa adecuación entre los individuos de una comunidad o institución, que con la adecuación precisa entre el intelecto y la cosa, de la que ya hablaba Aristóteles. Tan es así, que cuando la verdad implica aspectos que rebasan la expectativa o narrativa de las personas o contexto en el que se la dice, los interlocutores suelen inconformarse.

Dice el autor alemán:

El hombre sólo desea la verdad en un sentido análogamente limitado: ansía las consecuencias agradables de la verdad, aquellas que mantienen la vida; es indiferente al conocimiento puro y sin consecuencias e incluso hostil frente a las verdades susceptibles de efectos perjudiciales o destructivos (Nietzsche, F. 1970).

En este sentido, le parece que la verdad es un antropomorfismo que proyecta lo humano en las cosas y no las cosas en lo humano; por eso, también es objeto de la vanidad. Además, no goza de ninguna univocidad, porque es

una hueste en movimiento de metáforas, metonimias, antropomorfismos, en resumidas cuentas, una suma de relaciones humanas que han sido realzadas, extrapoladas y adornadas poética y retóricamente y que, después de un prolongado uso, un pueblo considera firmes, canónicas y vinculantes; las verdades son ilusiones de las que se han olvidado que lo son; metáforas que se ha vuelto gastadas y sin fuerza sensible, monedas que han perdido su troquelado y que no son ahora consideradas como monedas, sino como metal (Nietzsche, F. 1970).       

Del consenso que acredita estas fantasmagorías es de donde surge el sentimiento moral por la verdad ya que, siendo una exigencia de la sociedad, adquiere, heterónomamente, una razón de bien, íntimamente ligada a la pervivencia en sociedad.

Dice el filósofo alemán:

Ignoramos todavía de dónde proviene el impulso a la verdad; pues hasta aquí solo nos hemos enterado de la obligación que establece la sociedad para existir: ser veraz, esto es, usar las metáforas corrientes; o moralmente hablando: mentir con arreglo a un esquema convencional, mentir colectivamente en un estilo obligatorio para todos.

Ciertamente, el hombre se olvida de que su situación es esta; por tanto, miente de la manera señalada inconscientemente y en virtud de hábitos seculares ̶ y precisamente en virtud de esta inconsciencia, precisamente en virtud de este olvido, adquiere el sentimiento de la verdad ̶  . […] se despierta un movimiento moral hacia la verdad; a partir del contraste del mentiroso, en quien nadie confía y a quien todo el mundo excluye, el hombre se demuestra así mismo lo honesto, lo fiable y lo provechosos de la verdad (Nietzsche, F. 1970).  

Cuando Nietzsche habla de un “sentimiento de la verdad” queda más claro el valor instrumental de la misma, que redunda en dar mantenimiento a dicho sentimiento en los otros y en nosotros mismos, como garante de nuestra permanencia en los vínculos, instituciones y comunidades socialmente aceptadas, sin contar que como garante de nuestra estabilidad emocional. Es algo así como el pueril juego de significado que vemos operando en las redes sociales, pero proyectado a un nivel de complejidad mayor: yo digo lo que sé que tú quieres que te diga, para que tú digas lo que sabes que yo quiero que me digas.

En contraste, las verdades venidas del conocimiento puro, indiferente y hasta hostil a las expectativas consensuadas por la comunidad humana, resultan indiferentes, censurables, ¡y hasta castigables!

Si es cierto que la revolución copernicana del siglo XVI echó por tierra las pretensiones filosóficas del antropocentrismo, ¿qué nos sorprende cuando la verdad nos revela una realidad indiferente a nosotros o nos deja abandonados frente al misterio? «La inconveniencia», eso es lo que nos sorprende e incómoda; por eso somos clientes de esa “verdad” que explica Nietzsche en sentido extramoral.

Entonces, regresando a la pregunta inicial: «qué pedimos a los nuestros cuando les solicitamos que siempre nos digan la verdad»: ¿se trata, acaso, del prístino reflejo de la realidad en las palabras o sólo de esa mentira que nos hace sentir verdaderos?

Contraste
Obra: Contraste / Artista: MC Escher/ Año: 1950

 

Referencias

Nietzsche, F. (1970). Sobre verdad y mentira en sentido extramoral. En Obras completas, vol. I (pp. 543-556). Ediciones Prestigio, Buenos Aires.

 

 

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