Sobre la Atención Pura y la emocionalidad.

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#Meditationem 

Al revisar prácticas espirituales antiguas, como el Satipatthana (Atención Pura) de la tradición budista, surge la pregunta, casi de manera reactiva, sobre la conveniencia y sanidad de algunas formas de actuar y pensar normalizadas, y hasta invisibilizadas, en nuestra cultura; una de ellas es «la emocionalidad».

En la cultura actual, la emocionalidad y sus efectos tienen un gran prestigio e incluso una hegemonía entre los componentes de la experiencia humana. Esto se puede apreciar en diversos niveles. En lo cosmovisual, y diría, incluso, teológico, la máxima “si lo quieres, puedes” proyecta su sombra sobre el imaginario cotidiano, convirtiendo la disposición emocional de los individuos en una especie de “sexto sentido” que reporta la totalidad del destino de lo real con respecto a uno.

El quid de esta emocionalidad como “criterio de comprensión” es el siguiente:

Sentimiento = verdad.

Pero, ¿qué sentimiento? ¡El que sea! En realidad, si se siente bien lo pensado, lo vivido, lo buscado, ¡la persona!, es bueno; de lo contrario, si reporta adversidad o malestar, es malo.

El perfil neurótico y violento que caracteriza las interacciones entre las personas de nuestro entorno puede explicarse con esto. Piensen que si las personas asumen las emociones positivas, gratas o placenteras, como si no fueran parte o momento del mismo conglomerado experiencial al que pertenecen las emociones desagradables u hostiles, entonces siempre les resultará imposible construir un perímetro de sentido que integre el todo de su experiencia, manteniéndoles fracturadas y en conflicto con su interior y exterior.

Pensar que somos arponeados por “dos fuerzas cósmicas” antagónicas, en vez de asumir que no hay ángel ni demonio que venga a nosotros, sino, más bien, que estamos posicionados en un plano inestable, algo así como un péndulo que nos lleva de un lado a otro, siempre y sin parar, es la causa de una enfermedad global y desarticulante de lo humano. Vivir reconciliados en la conciencia de esa superficie inestable, indiferente a nuestro ego y fundamentalmente dolorosa, es el trabajo para el que Satipatthana resulta una herramienta.

En el Satipatthana, lo que se busca, entre muchas cosas, es desglosar y captar los distintos momentos de la percepción. En este sentido, la percepción sería como el tiro de una fosa que se precipita a su fondo a través de diversas capas telúricas, que van desde el momento asociativo del pensamiento, pasando por la Recta Atención (samma-sati) y hasta la Clara Comprensión (sampajañña). El avance por entre esas diversas capas es un proceso “purificador” del objeto que, a través de un ejercicio de atención y distanciamiento, va despojándole de los estímulos sensoriales, emocionales y experienciales en general, que distraen del objeto y su constitución real en cuanto impermanente (anicca), sufriente (dukkha) y despersonalizado (analtâ).

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