#Sophiaphilia
Fragmento de entrevista al filósofo alemán Wolfram Eilenberger, publicada en ethic en agosto de 2021.
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La descripción más hermosa de lo que la filosofía puede hacer en la vida diaria pertenece a [Ludwig] Wittgenstein, quien dice que «la filosofía siempre empieza tras haber perdido tu camino en un entorno complejo». En otras palabras, sería como una gran ciudad con calles estrechas donde la filosofía es ese momento preciso en el que te das cuentas de que te has perdido y no sabes cómo encontrar el camino. Hay dos ideas de lo que un filósofo puede hacer, que están muy relacionadas con lo que la ética debería hacer. Algunos dicen: «Sé dónde estás, sé dónde quieres ir, soy el filósofo, te enseño cómo llegar, te digo cómo debería hacerse». Pero esta no es la idea de Wittgenstein. Para él, el filósofo debería dibujar un mapa de la ciudad en la que estás perdido para saber dónde te encuentras y qué opciones tienes. A la vez, la ética está en el corazón de la filosofía y es un pilar incontestable, aunque hoy día tiende a ser frívolamente politizada –especialmente la ética aplicada– y se presenta como un sirviente de la política y de las instituciones. Ese es el cáncer de la filosofía. Hay un peligro real en acabar estando demasiado seguro de uno mismo y convertirse en un filósofo frívolo. Los filósofos siempre tienen miedo de no ser todo lo relevantes que deberían ser, y por eso acceden alegremente a señalar directamente el camino que seguir o decir qué hacer (ya sea a nivel político o existencial). Es problemático pensar que el filósofo tiene un conocimiento especial de lo que hay que hacer, y que es capaz de transmitírselo a al resto de seres humanos. Es uno de los pecados capitales de la filosofía. Una vez que pecas dejas de ser filósofo y te conviertes en otra cosa.